Los padres de pequeños que se
encuentran entre los dos y los tres años suelen alarmarse al ver que su hijo “de
pronto” tienen una actitud de rebeldía, negativismo, protestan y lloran más, lo
que necesitan es sentirse autónomos y competentes ya que están dejando de ser bebés
para convertirse en niños, este comportamiento es el esperado para su edad, no
hay que preocuparse de más, siempre y cuando no agredan a los demás o a sí
mismos.
Lo que sí es importante es establecer
límites claros y no “permitirles hacer su voluntad” ya que están en una etapa
de aprendizajes para el resto de su vida, en este caso, están conociendo la
forma en que se vincularán y relacionarán socialmente además de cómo solucionar
los problemas, por lo que hay que promover la asertividad desde ahora.
Toda actitud difícil de un niño
implica un motivo subyacente, es importante lejos de etiquetar o condendar,
conocer las causas que motivan dichos comportamientos para ayudar al pequeño a
ser nuevamente feliz.
Algunas de las causas por las que
suelen presentarse estas conductas pueden ser:
·
Cambio de rutinas (de escuela, de casa, de
cuidadores principales, entre otras).
·
Comunicación inadecuada (por el tono, tipo de
lenguaje, falta de escucha activa, entre otras).
·
Defensivas (cuando se siente atacado por otro –niño
o adulto-).
·
Falta de límites (tolerancia a la frustración,
ya que no ha aprendido a ceder en sus deseos).
·
Físicas (que no vea o escuche correctamente, o
algún trastorno en el aprendizaje).
Como padres o profesores, ¿qué
podemos hacer?
ü Crear
comunicación por medio de preguntas claras.
ü Estableciendo
límites firmes y que todos los cuidadores los sigan todas las veces.
ü Identificar
situaciones específicas donde se presentan los comportamientos desadaptativos
para conocer los estímulos que los desencadenan y trabajar las causas de forma
específica.
ü Realizar
chequeo médico para descartar algún déficit sensorial.
ü Estos
comportamientos no se “corrigen” con castigos, sino con paciencia, dedicación, afecto
y compromiso.
ü El
niño debe aprender que no hay castigos sino consecuencias para sus
comportamientos, tanto los positivos como los negativos.
ü Cuando
haga berrinche, recuérden que él es el niño… nosotros como adultos NO debemos
responder con otro (gritando, diciéndole “feo o tonto, ya no te quiero”,
amenazarlo con acusarlo o golpeando), hay que demostrarle control y calma.
ü En
lugar de castigar hay que repetirle lo que se espera de él.
ü Podemos
también plantearle posibilidades que le den la sensación de control, por
ejemplo: ¿quieres el suéter negro o el rojo? Esto hará que use el suéter (objetivo
del padre o profesor) pero también le hará sentir independiente (Yo elegí el
rojo).
ü Es
muy importante siempre reforzar los comportamientos positivos, puede ser una
caricia, un halago verbal, intenta que estos sean variados, hay que evitar que asocie las conductas positivas
con regalos físicos o costosos.
Psic. Montserrat Espinosa Santamaría Lic.y Mtra. en Psicología por la UNAM